martes, abril 03, 2007

El viejo de dientes sudorosos


Cuando escuché al sabio astrónomo, cuando las demostraciones y números fueron puestos en columnas ante mis ojos, cuando me fueron mostradas las cartas celestes y diagramas, para que las sumara, dividiera y midiera, cuando escuchaba al astrónomo dar su aplaudida lección en el aula, ¡ de pronto -inexplicablemente- me sentí fatigado y enfermo ! Hasta que, levantándome y deslizándome afuera, salí a vagar solo, en la mísitica átmosfera nocturna, y, de cuando en cuando, alzaba mi vista a las estrellas en perfecto silencio,

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